alberto moreno gámez

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Pensamiento mágico

Año 2019, a pesar de todos los problemas que siguen existiendo en nuestra civilización, podemos estar de acuerdo en que ya no vivimos tan rodeados de misticismo, ni hablamos del Dios Sol ni de las fuerzas de la naturaleza como algo divino. En gran medida estamos orgullosos de pensar en términos de causa y efecto, de ser analíticos, y formar todo tipo de teorías digamos al menos “serias” sobre el mundo que nos rodea. El método científico comenzó con el movimiento europeo de la Ilustración, en el siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces. Por aquel entonces, estos nuevos pensadores ilustrados sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia y la superstición, entre otras cosas con el fin de construir un mundo mejor. 

Cuando construimos algún tipo de causa y efecto sobre algo que ocurre a nuestro alrededor, estamos intentando explicar por qué sucede algo de una forma más racional, y así podemos predecir en un futuro situaciones parecidas. Y la ciencia se encarga efectivamente de comprobar mediante experimentos que nuestras observaciones racionales son correctas. A pesar de este proceso mental tan adaptativo, hay momentos en los que todos podemos ser supersticiosos. A veces tenemos creencias infundadas y algo mágicas que guían nuestra forma de actuar, hay personas que a diario repiten rituales con la convicción de que les puede ayudar a evitar algún mal. Y bueno, gatos negros, escaleras, tocar madera, santiguarse. etc. Ya sabéis. Hay personas que lo justifican sólo como manías o costumbres pero en realidad está operando un fenómeno que también han estudiado los científicos. 

Para explicaros lo que ya sabemos acerca de las supersticiones, hoy hablaré también de antropólogos, expertos en estudiar la cultura del homosapiens. Y empiezo con Bronislaw Malinowski que es un antropólogo polaco de nacimiento aunque pasó gran parte de su vida en Inglaterra, de hecho es reconocido como el fundador de la antropología social británica a principios de siglo XX. Y algunos ya sabéis cómo son los antropólogos: Este es de los que se fue durante varios años a estudiar poblaciones indígenas. En su caso, fue el gobierno australiano quien le dio fondos para estudiar la cultura de los habitantes de unas islas al norte de Papúa Nueva Guinea. En el libro que publicó a su vuelta a Inglaterra cuenta la historia de uno de los estudios que realizó sobre los pescadores de aquellas islas.

Parece que algunas veces pescaban en lagos interiores que había en la propia isla, y allí la pesca era algo muy predecible, casi siempre podían coger peces muy parecidos en cuanto a tamaño y especies. Pero ocurre que también empezaron a pescar en mar abierto, en el océano que les rodeaba. Y bueno allí los peces eran mucho más grandes pero bastante más difíciles de pescar.

Con el tiempo cada vez pescaban más en el mar y menos en el lago, atraídos por la idea de pescar peces más grandes y variados, a pesar de la mayor dificultad de la tarea en comparación con la cómoda pesca en los lagos. Así es como Malinowski observó que los indigenas fueron desarrollando poco a poco todo tipo de supersticiones, sobre todo rituales que llevaban a cabo durante la pesca, pero también cánticos para atraer a los peces e incluso lo que consideraban hechizos mágicos. Así que las circunstancias, sobre todo el resultado incierto de la pesca, fueron las que determinaron que desarrollaran todo este conjunto de pensamientos mágicos alrededor de la pesca. 

Podríamos pensar que esto de las supersticiones es un tipo de mecanismo adaptativo que sólo ocurre en humanos. Pero no es así, esta tendencia a emplear los rituales como forma de manejar situaciones inciertas también parece que se da en animales. Coincide que justo casi a la vez que Malinowski publicaba sus resultados, Skinner, el conocido psicólogo conductista americano, ofreció resultados parecidos experimentando con palomas. Y lo que hizo en su experimento fue, bueno primero enseñar a las palomas a pulsar una pequeña palanca y que apareciera comida después de pulsarla, pero en la condición experimental lo que ocurrió fue que la comida aparecía de forma aleatoria, en intervalos ya establecidos, y esto podía coincidir o no con que la paloma pulsara la palanca. Por lo tanto, era algo que se escapaba del control de las palomas, no había ningún tipo de patrón detectable por ellas que pudiera predecir la aparición de la comida. Durante esta condición experimental fue cuando Skinner observó que las palomas empezaban a mostrar conductas extrañas antes de pulsar la palanca, movían la cabeza hacía un lado, emitían un silbido, o daban una vuelta alrededor de la caja. 

Así que las palomas, frente a circunstancias impredecibles desarrollaron conductas supersticiosas. Pulsar la palanca no era suficiente y por eso construyeron una pauta o relación entre la aparición de la comida y lo que creían que había ocurrido justo antes. ¿Os suena esto? ¿Cuánta gente lleva algún tipo de amuleto porque lo tenían el día que les ocurrió algo agradable y le atribuyen por tanto algún tipo de relación causal con lo ocurrido?

Sin embargo ya sabemos que estas construcciones causales y superticiosas que hacemos no son ni mucho menos efectivas ni predicen que algo vuelva a ocurrir. Ni los rituales de los pescadores, ni los movimientos de las palomas, ni los amuletos que llevemos con nosotros. A pesar de ello, estas conductas y creencias se mantienen. Buscamos patrones desesperadamente en el mundo que nos rodea, no poder predecir en absoluto que viene a continuación nos genera un alto nivel de ansiedad e incertidumbre. Así que igualmente creamos relaciones entre cosas que podemos hacer y que dependen de nosotros, y  algún evento externo con poca probabilidad de que ocurra. 

Ahora además sabemos un poco más acerca de lo que ocurre en el cerebro cuando mantenemos estas creencias mágicas y supersticiosas. Hay un neurotransmisor llamado dopamina que parece estar implicado en la esta detección de patrones para la que el cerebro está tan orientado. Y la idea más básica es que cuanta más dopamina tenemos en el cerebro más patrones vemos en nuestro entorno. Digamos que la dopamina ayuda a que carguemos de significado las cosas que percibimos: Si hay poca en el cerebro no veremos ningún patrón; si hay mucha, los veremos donde no los hay.

El neurocientífico suizo Peter Brugger llevó a cabo un famoso experimento para comprobar hasta qué punto los niveles de dopamina de verdad determinan la forma en la que vemos el mundo. Mostró a los participantes imágenes de caras que se veían con mayor o menor claridad, algunas eran fácilmente reconocibles y otras estaban tan degradadas que era casi imposible distinguir ningún rasgo facial. Entre los participantes en el experimento había personas con creencias religiosas y también en lo paranormal. Otras habían reconocido su escepticismo. Pues durante el experimento los escépticos apenas reconocieron caras entre las imágenes que les mostraron, mientras que los creyentes vieron muchas. En otra prueba posterior con los mismos participantes, la mitad de los escépticos recibieron sin saberlo una dosis de un medicamento llamado L-dopa (que es el precursor metabólico de la dopamina, y también por cierto es el medicamento aislado más eficaz en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson). Con el subidón de dopamina que les provocó el medicamento, vieron muchas más imágenes que los participantes más escépticos que no recibieron medicación. Según el grupo de investigación de Bruger, esto es una prueba de que al elevar los niveles de dopamina aumenta la detección de patrones en nuestro entorno.

Y parece que lo mismo ocurre en el sentido opuesto. Si nos enfrentamos a una situación muy impredecible, en la que no tenemos referentes ni podemos anticipar lo que va a ocurrir, nuestro cerebro eleva los niveles de dopamina para poder detectar patrones que nos permitan elaborar teorías causa-efecto y así poder controlar el entorno. Y en estas situaciones es donde especialmente surgen las supersticiones. Así que ante un estado de confusión mental e incertidumbre, desarrollamos el pensamiento mágico como mecanismo de adaptación. La superstición se mantiene por la creencia de que podemos influir en el resultado de las cosas, y a veces parece que necesitamos sentir una gran sensación de control. 

Y bueno, las supersticiones también tienen por supuesto un fuerte componente cultural. Hay lugares en los que el pensamiento mágico está tan afianzado que ha pasado a formar parte de manera generalizada del sistema de creencias de sus habitantes. En este caso, ya no se trataría de generar supersticiones como forma de lidiar con una situación en la que no controlamos el resultado, sino más bien como un filtro con el que explicamos gran parte de nuestras vivencias. En este punto es dónde más problemas veo, sobre todo por todas las pseudociencias que se aprovechan de este mecanismo adaptativo. La astrología, los horóscopos, la adivinación, el tarot, la cartomancia, el reiki; todas generan un cuerpo de conocimiento, recopilan gran cantidad de creencias supersticiosas y lo ofrecen de nuevo como un producto o servicio con el que ganar dinero. En muchas ocasiones, las personas más proclives a ser engañadas son las que sienten que su futuro  es incierto y quieren controlar el resultado de los acontecimientos, como explicaba antes. Estos son en definitiva algunos de los peligros que presenta el pensamiento mágico. Pero yo sugiero que nos quedemos con el valor adaptativo que en ocasiones puede tener. 

NOTAS: 

El antropólogo Bronislaw Malinowski fue el fundador de la antropología social británica. Skinner y las supersticiones en las palomas. Peter Brugger y su experimento con la dopamina.