Bilingüismo
Pocos consideran mala idea dominar más de un idioma. De hecho, como muchos os podéis imaginar, las investigaciones apuntan a que el bilingüismo proporciona ventajas cognitivas, económicas y académicas.
Pero vamos a empezar por el principio. Los genes son los que se encargan de diseñar y programar cómo se construye nuestro cuerpo. En relación al lenguaje, los genes nos preparan con 2 cosas: unas áreas cerebrales especializadas en el lenguaje y lo que llamamos un aparato fonador, que nos permite hablar. Y además de esto, en relación al lenguaje, necesitamos la experiencia, o sea el largo proceso de aprendizaje de un idioma.
El lenguaje es entonces un producto de la actividad cerebral y empleamos el aparato fonador para comunicarnos, pero ni mucho menos la cosa se queda ahí. Una de las funciones más alucinantes del lenguaje es que moldea la estructura cerebral y también influye en la visión del mundo y en nuestra forma de ser y entender las cosas. Muchos aspectos del lenguaje y la cognición están intensamente interconectados y la modulación de un sistema influye en el otro. Vamos que el lenguaje no es sólo lo que nos permite comunicarnos, sino que pensamos utilizando el lenguaje.
Conforme el sistema nervioso ha ido evolucionando, distintas zonas de la corteza cerebral (que es la parte más externa y la más avanzada del cerebro) aumentaron su tamaño y eso nos hizo tener más y mejor capacidad para procesar las palabras. Estamos programados genéticamente para comunicarnos, pero a su vez el resultado de comunicarnos y usar el lenguaje, es que el cerebro se moldea y cambia conforme lo usa.
Durante mucho tiempo se pensó que aprender dos idiomas simultáneamente era un error porque se dificultaba que el niño aprendiera ninguna de los dos. Se creía que el niño no sabría cuándo emplear una lengua o la otra que por tanto saltaría de una a otra sin ton ni son, mezclando palabras y en definitiva sin dominar realmente ninguna.
De hecho, no es tan raro oír todavía cómo mucha gente piensa que un niño que aprende varias lenguas a la vez se puede confundir, hacer un lío, o tener peor rendimiento académico.
Ya os adelanto que los estudios científicos indican más bien lo contrario. Y hay un gran número de evidencias sobre el tema, porque el bilingüismo es una de las variables fundamentales para investigar la influencia de la genética y el ambiente en el lenguaje.
Hay que decir que se estima que más de la mitad de la población mundial es bilingüe. Y algo que hace a este tema diferente, es que al contrario que otros factores que marcan el futuro de un niño, como las oportunidades en la educación, la formación de cualquier tipo, musical, deportiva, o crecer en un ambiente rico en experiencias; el lenguaje no está limitado a las personas con cierto nivel socioeconómico, ni a las que destacan con algún talento, ni en definitiva a los privilegiados. La forma más común de bilingüismo es crecer en un hogar donde el idioma de la mayoría de la comunidad es diferente del de la propia familia.
Pero vamos con los estudios. Los más frecuentes se han realizado comparando personas bilingües y monolingües. Usando las conocidas técnicas de neuroimagen, TAC, resonancia magnética, etc., ya sabéis que podemos observar sin causar ningún daño el funcionamiento del cerebro, en este caso de niños.
La primera diferencia se observa al pasar de un idioma al otro, porque se generan patrones diferentes de actividad cerebral, cosa que no ocurre en niños monolingües, y esta diferencia es especialmente clara en la corteza frontal, que es centro de control más sofisticado del cerebro, que se encarga sobre todo de organizar y procesar la información, el razonamiento y la planificación.
El bilingüe se enfrenta a muchas situaciones en las que tiene que cambiar en su cabeza de una lengua a otra, para poder entender y comunicarse con personas que le hablar en diferentes idiomas. Estos continuos saltos de una lengua a otra son los que parecen generar patrones diferentes de actividad cerebral, y de alguna forma se sobreestimulan zonas implicadas en el lenguaje. Esto podría explicar por qué claramente los bilingües son más rápidos a la hora de aprender un tercer idioma, en comparación con el esfuerzo que le supone a un monolingüe aprender el segundo. Todo esto tiene una implicación fisiológica: El cerebro bilingüe está modificado y sus circuitos neuronales son distintos a los de un monolingüe.
Antes de seguir, os nombro dos de las desventajas que se suelen encontrar en personas bilingües: Suelen tener un vocabulario más reducido en cada lengua (aunque la suma de dos idiomas hace que se maneje un vocabulario muy superior). También pueden ser ligeramente más lentos a la hora de encontrar la palabra correcta para nombrar un objeto.
¿Y cómo se suele enfocar el bilingüismo en las familias? Uno de los métodos más conocidos es la estrategia “one-parent-one-language” (OPOL, del inglés “un padre, una lengua”). Cada uno de los progenitores utiliza un idioma cuando se comunica con su hijo, por lo que los niños aprenden ambos simultáneamente.
OPOL se basa entonces en separar claramente el idioma en el que se comunica cada progenitor, y durante mucho tiempo se han planteado que esa era la clave del éxito. Y se defendía que mezclar idiomas debía evitarse porque sí que generaba interferencias o podía generar problema.
Empiezan a aparecer nuevos estudios sobre multilingüismo que sugieren que esta afirmación es solo eso un mito. Lo que me lleva a pensar que la estrategia OPOL se puede aplicar de una forma mucho más relajada.
Nada más nacer, somos capaces de discriminar entre sonidos de cualquier lenguaje y aprenderlo. Cuando cumplimos un año, sin embargo, los pequeños monolingües pierden esta habilidad y se especializan solamente en los sonidos de su lengua materna. De nuevo son las pruebas de neuroimagen las que nos permiten conocer las diferencias en los patrones cerebrales y compararlos.
A esto se le llama ventana de flexibilidad y lo que encontramos es que se mantiene más tiempo abierta en los bilingües que en los monolingües. Hay autores que hace tiempo hablaban de que esta ventana de flexibilidad podría significar una desventaja para el bilingüe, sobre todo porque tuviera que ver con que esta inmadurez se prolongara durante más tiempo, pero es algo que tampoco se ha confirmado, más bien al contrario, parece que los bilingües alcanzan de manera similar los hitos básicos del lenguaje… por ejemplo, decir las primeras palabras.
Y cuando más adelante se comienza con la lectoescritura, parece que también hay otras ventajas en los bilingües, y es que tienen más capacidad para detectar errores gramaticales. Y esto se cree que se debe a una mejora de lo que se llaman las funciones ejecutivas del cerebro, que son una serie de habilidades mentales que ayudan a bloquear información irrelevante y a centrarse en aquello que es importante en un momento determinado. Así que los bilingües detectan mejor los errores gramaticales porque no lo mezclan con los errores ortográficos, algo así como que saben compartimentar mejor la información lingüística.
Otra habilidad ejecutiva en la que parece que tienen ventajas, es que son más capaces de saltar de una tarea a otra sin perderse, de cambiar el foco de atención.
En resumen, en el cerebro de los bilingües los dos idiomas están compitiendo constantemente por ser el objeto de atención. El resultado es que cuando hablamos, escribimos o vemos la tele, el cerebro de un bilingüe está constantemente eligiendo la palabra adecuada e inhibiendo el mismo término en el otro idioma.
Así que en definitiva, en el control de mando principal del cerebro, lo que llamamos la función ejecutiva, están siempre trabajando mucho más los bilingües.
Un estudio que me parece curioso, publicado en la Universidad de Princeton, es que los bilingües son mejores en ponerse en la piel de otra persona y entender su postura en una situación determinada. Se cree que es por esa capacidad ejecutiva: pueden dejar de lado temporalmente lo que saben o lo que piensan y centrarse más en comprender la postura de la otra parte.
Otra investigación interesante la llevaron a cabo en la Universidad Pompeu Fabra, en la que se centraron en ver la capacidad para controlar el ambiente, y se centraron en la tarea de conducir. Parece que la ventaja de los bilingües al hacer un seguimiento constante de los cambios que ocurren a nuestro alrededor, les llevó a encontrar que los bilingües conducían mejor, y también les requería menor actividad cerebral, o sea más eficientes.
Hace ya 10 años los investigadores empezaron a plantear que esta especie de gimnasia cerebral que tantas ventajas reporta podía ser también una especie de fórmula para evitar el deterioro mental propio de la vejez.
Os pongo sólo un ejemplo para que veáis: Byalystok y su equipo, que son de los grupos de investigación con más trabajos publicados más recientemente, recogieron en 2007 datos de 184 personas con demencia, la mitad bilingües. Encontraron que los síntomas aparecían, de media, cuatro años más tarde en los bilingües que en los monolingües. Tres años más tarde, repitieron el estudio, con 200 personas, pero centrado en la enfermedad de Alzheimer. En este caso los primeros síntomas de enfermedad empezaron cinco años más tarde en los bilingües que en los monolingües. Esta notable diferencia se mantenía incluso evitando el efecto de variables como la educación y la profesión. Es decir, parece que aprender y manejar un segundo idioma genera un efecto protector contra el Alzhéimer, la principal causa de demencia senil.
Personalmente, os animo especialmente a todos los que tengáis niños pequeños o en querías tenerlos en un futuro, a que probéis la estrategia OPOL. No es un problema que ni siquiera tengáis un total control de la segunda lengua o que vuestro acento sea mejorable. Siempre digo que en los primeros años de vida de un niño, la comunicación es bastante simple y muchos padres podrían lanzarse al menos los primeros años sabiendo todos los beneficios que supone si se comienza desde que nacen.
- NOTAS -
Este es un buen artículo para saber más sobre bilingüismo. Y aquí tienes un estudio de Bialystok y otro. Y por último otro estudio sobre los beneficios del bilingüismo.