Aburrimiento
El aburrimiento se ha convertido para muchos científicos en una experiencia muy interesante a la que cada vez dedican más investigaciones experimentales. Parece estar relacionado con los procesos de aprendizaje y creatividad, con la capacidad para controlar nuestras acciones y la atención que prestamos a diferentes estímulos. Voy a intentar responder a la pregunta de qué es lo que pasa en el cerebro cuando nos aburrimos, y para qué sirve… si es que tiene alguna función en un sentido evolutivo.
Una de las teorías está respaldada por el renombrado psicólogo Robert Plutchik, quien creó la Rueda de las Emociones en 1980 (que consistía en ocho emociones básicas y ocho emociones complejas, cada una compuesta de dos emociones básicas). Pues bien, Plutchik planteó que el aburrimiento es una emoción adaptativa que se desarrolló en nuestra especie porque nos otorgaba una ventaja evolutiva. Curiosamente, plantea además que el aburrimiento es una de las emociones más cercanas al asco, una emoción que nos sirve para evitar alimentos potencialmente peligrosos, y en un nivel social además nos informa de personas de las que debemos desconfiar por su moralidad. Así que, de una forma parecida, Plutchik plantea que el aburrimiento nos genera desagrado y nos empuja a activarnos, protegiéndonos frente al letargo o aturdimiento.
Un compañero de la Universidad de Virginia que comparte esta teoría es Timothy Wilson, quien ya publicó un estudio en el que demostró cómo muchos participantes de una investigación preferían autoadministrarse pequeñas descargas eléctricas antes que quedarse sólos con sus pensamientos. En una entrevista que hicieron en la revista Science a Timothy, le preguntaron por qué los participantes del experimento preferían hacerse daño intencionalmente en vez de quedarse sentados durante 15 minutos aburridos, que era la otra opción. La teoría de Timothy, que es sólo especulación, es que el cerebro de los mamíferos ha evolucionado para engancharse al mundo que les rodea, para sentirse atraídos por él. El sentido de tener un cerebro tan grande en relación a otros animales, es el de ser capaces de encontrar en nuestro entorno peligros de los que protegernos o bien oportunidades que aumenten nuestras posibilidades de supervivencia. Básicamente estamos diseñados para explorar y ser curiosos, y en ese sentido el aburrimiento nos genera malestar e incomodidad.
Desde los enfoques evolucionistas se plantea habitualmente que mantener nuestros cerebros tiene un coste muy alto en términos de energía y de gasto calórico, y desde luego tiene sentido que haya un mecanismo (el aburrimiento) que nos empuje a sacar partido a nuestras capacidades, observando, siendo creativos y explorando permanentemente.
Aquí me acuerdo de la famosa frase de Carl Sagan acerca de si hay vida en el universo además de la Tierra. Él decía que “si estamos solos en el universo, cuánto espacio desaprovechado”. En relación al cerebro se podría pensar que si no tuviéramos ese impulso de aprender sería un gran desperdicio de recursos. Más de una vez he leído la metáfora de un Ferrari superdeportivo en un atasco de tráfico para explicar lo que es el aburrimiento a la mente.
Si volvemos a las investigaciones y para argumentar por qué el aburrimiento parece una experiencia necesaria, muchas de los estudios ya han demostrado cómo una alta actividad mental y estimulación cognitiva en el último tercio de nuestras vidas amortigua o ralentiza demencias y otros desórdenes mentales. Es la teoría de que el cerebro necesita ejercicio, y por ese motivo sentirnos aburridos nos incomoda y nos empuja a activarnos. Uno de los estudios más citados sobre este tema que es de 2005, demostró cómo mantenerse mentalmente activo reduce en un 33% la probabilidad de sufrir Alzheimer. En un estudio neurológico más reciente, del 2014, se concluye que la depresión no sólo está asociada a Alzheimer, sino que la provoca. Uno de los más contundentes sobre esto es el psiquiatra Norman Doidge, otro de esos personajes mediáticos en Estados Unidos y que tiene un libro superventas llamado “El cerebro que se cambia a sí mismo”. Norman plantea que no hay nada que atrofie más el cerebro que la ausencia de cambios en nuestras vidas: la monotonía destroza los niveles de dopamina, un neurotransmisor fundamental, además de reducir nuestra capacidad atencional, ambas cosas son básicas para mantener la plasticidad neuronal y en definitiva nuestra salud mental.
Y por todos estos motivos, el aburrimiento es una experiencia con muy mala prensa, digamos algo a evitar, con esa posible función de alertarnos para no caer en el letargo y la pasividad.
Pero en realidad parece que también es interesante lo que ocurre mientras estamos aburridos, la magia no ocurre sólo cuando hacemos algo para que desaparezca. El aburrimiento nos permite tener pensamientos sin rumbo fijo, sin ningún foco de atención, es algo así como deambular por la mente. Obviamente esto es un problema si estamos en medio de una tarea que exige concentración, ya podéis imaginaros, un piloto de avión despegando o un cirujano operando. Pero ocurre que hay situaciones en las que el aburrimiento y este tipo de pensamientos errantes nos permite potenciar la creatividad. Por explicarlo de una forma simple, los procesos creativos consisten en conectar dos conceptos nuevos o en cambiar el enfoque sobre algún tema. Si estamos muy focalizados en un tema concreto, sin salir de la misma red de significados es difícil dar con una idea nueva. Y el aburrimiento nos ayuda a hacer una especie de desenfoque o algo así como alejar el zoom de la cámara.
Hay un filósofo noruego, Lars Svendsen, que habla de todo esto en su libro ”La filosofía del aburrimiento”. Argumenta que en ocasiones permitirse estar aburrido nos aporta algunas ventajas, nos saca de nuestra rutinaria forma de pensar, nos permite llegar a nuevos significados o ideas al apartarnos un poco de nuestros esquemas o dejarlos de alguna forma desactivados momentáneamente. Este es el conocido fenómeno de la ducha. Es una tarea rutinaria y habitualmente aburrida. Pues bien mientras nos duchamos suelen aflorar ideas nuevas, recordamos algo que tenemos que hacer, encontramos la solución a un problema, o tomamos una determinación acerca del día que tenemos por delante. En esta situación nuestra mente vaga, apaga los sistemas atencionales y navega libremente por lo que los psicólogos llaman la periferia de la consciencia. Y no es raro salir de la ducha y buscar algo con lo que apuntar algunas de estas ideas que surgen. Pero uno de los problemas con este tipo de pensamiento indirecto, que fluye de forma involuntaria, es que cuanto más intentamos agarrar las ideas más se escapan, como si fuera la pastilla de jabón que apretamos y se escurre.
Esto engancha con un tema muy interesante, el de soñar despiertos. Hay investigaciones que hablan de diferentes tipos de lo que llaman “daydreaming”. La idea es que cuando nos damos cuenta que estamos en este estado mental en el que podemos parecer desconectados de lo que nos rodea, y las ideas fluyen libremente por la mente, conseguimos un estado de metaconsciencia, algo que aumenta más la creatividad de los pensamientos. Se ha observado que aquellos que no son conscientes de estar en este estado, no aumentan su creatividad. Así que parece marcar la diferencia que nos demos cuenta que estamos en este modo de pensamiento libre. Hay una línea de investigación paralela a la de los sueños lúcidos, tema del que ya hablé en el episodio 4, en los que se observa que hay personas que son conscientes de que están en un sueño y pueden influir en él mismo. De la misma forma, soñar despiertos y ser conscientes de ello nos puede ayudar a mantenernos en ese estado de inspiración y creatividad.
El aburrimiento, además de permitirnos tener estos momentos de insight o de lucidez y creatividad, puede ser también útil para comprendernos mejor a nosotros mismos. Es difícil tener un momento de introspección cuando estamos en compañía de otras personas o enganchados en alguna tarea. De alguna forma nos ayuda a escuchar de otra manera nuestros propios pensamientos. La sensación de estar aburridos puede ser incómoda y agobiante, pero estar permanentemente distraídos con todo tipo de estímulos nos genera otros problemas. Lo vemos fácilmente hoy en día, no sólo en los niños, hiperestimulados y distraídos las 24h del día con pantallas que los hipnotizan, también en adultos con sus móviles en la mano para llenar cualquier segundo de su tiempo que quede libre. Quizás deberíamos permitirnos salir de este constante aturdimiento, aunque sea algunos momentos al día, y sentir algo de aburrimiento si nos puede ayudar a pausarnos y ver nuestras vidas con más perspectiva.
- NOTAS -
Aquí podéis ver la rueda de las emociones de Robert Plutchik. Timothy Wilson y su estudio sobre aburrimiento y descargas eléctricas. Estudio sobre cómo mantenerse mentalmente activo reduce en un 33% la probabilidad de sufrir Alzeheimer. Estudio sobre depresión. El psiquiatra Norman Doidge y su libro superventas “El cerebro que se cambia a sí mismo”. El filósofo Lars Svendsen y su libro “Filosofía del aburrimiento”.