alberto moreno gámez

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Desinformación

No podemos entender cómo ocurren los cambios en nuestra sociedad sólo fijándonos en los individuos. Necesitamos observar también cómo cambia nuestra forma de relacionarnos, qué tipo de comunicación tenemos, y qué historias nos contamos unos a otros. Esto es lo que afecta a nuestra capacidad como sociedad para construir creencias de las que nos podamos fiar. Muchos ya sois conscientes, vivimos en un momento clave en el que recibimos gran cantidad de engaños y bulos que se convierten en verdad para muchas personas con relativa facilidad.

Durante varias décadas, la desinformación, o lo que ahora llamamos noticias falsas (o fake news), provenía de los medios de comunicación, era la llamada manipulación informativa. No es que esto haya dejado de pasar, pero el acceso diario a redes sociales, Facebook, Instagram, Twitter, y también incluimos Whatsapp, ha cambiado todo el panorama.

Mucho antes de que inventáramos la televisión o internet, los seres humanos ya extendían creencias falsas con el boca a boca y posteriormente cuando comenzó la escritura hace unos 3500 años. En realidad algo muy reciente en la historia del homosapiens, que se remonta a más de 300.000 años. La psicología social lleva décadas estudiando los fenómenos de comunicación humana, como la extensión de los rumores o la creación y la propagación de mitos. 

No es difícil ver por qué podemos llegar a tener todo tipo de creencias falsas: las personas se transmiten ideas y creencias de una a otra, y las relaciones humanas se basan en la confianza mutua, así que damos muchas creencias por buenas si la fuente nos resulta fiable. La idea más sencilla es que no podemos pararnos a comprobar toda la información que nos llega por diferentes medios, sencillamente confiamos en mayor o menor medida dependiendo de quien lo cuente y la confianza que nos inspire.

Pongamos algunos ejemplos. Casi todos creemos en la existencia de los gérmenes, los microbios y las bacterias. Pero es algo que no podemos comprobar directamente, o al menos muchos de nosotros no contamos con un microscopio para asegurarnos de que existen. Ocurre lo mismo con el cambio climático o la existencia o no de extraterrestres. No sólo no tenemos medios directos para comprobar estas creencias, sino que creer una cosa o la otra no tiene ningún impacto ni consecuencia sobre nuestras vidas. Vamos que en relación a gran cantidad de temas, podemos elegir pensar de una forma u otra, sin que esto tenga ninguna consecuencia inmediata en nuestras vidas.

James Owen y Cailin O’Connor han publicado este mismo año un libro llamado “La era de la desinformación”. Los dos son profesores de la Universidad de California, y tienen un perfil muy interesante. James es físico, matemático y filósofo de la ciencia. Cailin es experta en biología y psicología, y también filósofa de la ciencia. La filosofía de la ciencia es especialmente interesante porque se centra en integrar todo el conocimiento que vamos acumulando mediante el método científico. Necesitamos investigadores que tengan una visión más global y no se limiten a estudiar áreas muy muy especializadas. Ya sabéis, científicos que dedican toda su vida a profundizar sobre el funcionamiento de un gen sobre enfermedades respiratorias, otros que se centran exclusivamente en conocer más acerca de la transmisión de ondas electromagnéticas en un medio líquido, etc. El nivel de especialización puede ser ridículo, y claro que es necesario, pero perdemos la visión global de tal cantidad de avances e investigaciones sin los filósofos de la ciencia.

Pues bien, James y Cailin hablan sobre cómo los seres humanos necesitamos los vínculos sociales para construir conocimiento y creencias acerca de la vida. Como decía antes, durante cientos de años ha existido la desinformación, las creencias falsas y los mitos. De hecho, desde el punto de vista de los Estados y los diferentes tipos de Gobiernos e Instituciones, es más que interesante controlar lo que la gente piensa y en qué creen.

Así que volviendo a la actualidad, hablemos de los cambios que estamos experimentando. Nuestra forma de interaccionar y relacionarnos está evolucionando. Ahora tenemos mucho más control sobre la información que nos llega y con quien interaccionamos. Pongamos que eres un antivacunas. Es fácil que encuentres a otros antivacunas con los que relacionarte y confirmar más tus ideas, más que interactuar con otros que desafíen tu creencia. Internet nos ofrece todo esto de una forma muy sencilla. Por otra parte, tenemos todo tipo de influencers en YouTube o Instagram, que tienen un contacto muy directo y personal con su audiencia. De hecho, el tipo de influencia que ejercen es potente por lo similar que es la forma de interaccionar a la que podemos tener con personas cercanas en las que confiamos. Y no sólo eso, cuando nos unimos a algún grupo o comunidad en internet estamos recreando en gran medida nuestro funcionamiento tribal. Los vínculos tribales son elementales para saber a qué grupo pertenecemos y con qué estilo de vida y creencias nos sentimos identificados. Una vez que sentimos que somos parte de ese grupo, nuestras convicciones se ven reforzadas. confirmadas, de manera que se hace mucho más difícil mantener cierta apertura mental a otros puntos de vista, y gran cantidad de creencias y noticias falsas pueden entrar sin ningún filtro si encaja en nuestros esquemas mentales y los de nuestro grupo o tribu. Todo esto está muy relacionado con el sesgo de confirmación, del que ya hablé en otro artículo anterior. Internet y las redes sociales están provocando un efecto mucho más potente en definitiva sobre los medios que durante años nos han ayudado a decidir en qué tenemos que creer y en qué no.

Otra fuente de información falsa aparentemente inofensiva son los memes. Nos llegan por Whataspp pero los vemos también en Facebook, Twitter o Instagram. De nuevo, estos mensajes nos llegan habitualmente de personas cercanas en las que confiamos, algo que los hace muy efectivos. Aunque muchos de ellos tienen un mensaje muy simple o incluso no dicen nada en particular, suelen evocar la parte más emocional, y recordemos que las emociones están habitualmente asociadas a nuestra ideología y nuestras creencias. Es un tipo de desinformación que de nuevo puede confirmar nuestras ideas y llevarnos a extremos más polarizados. ¿Algunos ejemplos de memes no inofensivos? Aquellos en los que de alguna forma se mencionan temas como la inmigración, la política, los nacionalismos, etc.

Y como la irrupción de los Smartphones o teléfonos inteligentes ha sido tan masiva, tenemos un tipo de población especialmente desorientada, la de las personas mayores. Ya tenemos datos que nos confirman que comparten con mayor frecuencia noticias falsas. En contrapartida, precisamente los más jóvenes, que están más familiarizados con estos medios se muestran más reservados e incrédulos. Posiblemente, la sofisticación de la tecnología que empleamos sea la dificultad que impide a los más mayores diferenciar qué es publicidad, spam, o noticias falsas.

Es inevitable que siempre tengamos algunas creencias erróneas o falsas porque aprendemos en definitiva de esta forma tan social. Es fácil que las noticias falsas se propagen de una persona a otra. Pero esto no significa que siempre vayamos a tener el mismo nivel de credulidad. Si observamos la evolución cultural que ha sufrido el ser humano, comprobamos que estos sistemas culturales nos han ayudado a aprovechar mejor nuestras capacidades mentales. Hemos desarrollado métodos de aprendizaje que ayudan a los niños a progresar más que en el pasado. No siempre existió la escritura ni la lectura, o la escolarización obligatoria. Tampoco todas las ramas del conocimiento que tenemos actualmente, con gran cantidad de cursos de maestría y especialización. Así que no creo que tengamos que perder la esperanza, rendirnos, o ser pesimistas acerca del futuro al que nos llevan estas nuevas redes sociales de interacción. Sería importante que cuanto antes contáramos con más regulaciones acerca de qué tipo de noticias se pueden publicar para protegernos del fenómeno de la desinformación. En el último año ya se mueven muchos cambios, Facebook parece por fin esforzarse más en controlar la publicación de noticias falsas, y en YouTube están modificando los algoritmos que determinar si el contenido de un video se puede publicar o no, especialmente para parar la difusión de bulos de todo tipo, desde métodos de sanación mágica, hasta todo tipo de teorías conspiranoicas, una de ellas muy divertida, la de los terraplanistas que afirman que la tierra es plana.

Hay todo un trabajo de educación y culturización tecnológica por delante, y pienso que debe ser responsabilidad de aquellos que más capacidad tienen para detectar cómo se propagan los bulos, los que ayuden a los que aún confían en las redes sociales como si fueran parte de su tribu. 

- NOTAS -

James Owen y Cailin O’Connor en su libro “La era de la desinformación”.