El cerebro enamorado
Podemos enamorarnos locamente en muy pocos días, pero al cerebro le lleva mucho más tiempo sentir esa emoción tan genuina a la que llamamos amor. Voy a repasar algunas de las teorías y estudios neurocientíficos que se han centrado en ver qué ocurre en nuestro cerebro cuando estamos enamorados o nos sentimos fuertemente vinculados a otra persona.
¿Qué es el amor?
Hay muchos tipos de amor. Puedes querer a tu familia, amigos, a tu país, a tu ciudad, a tu perro o gato o incluso a objetos a los que por supuesto podemos apegarnos también. Pero cuando se trata de lo que llamamos amor romántico, estamos hablando de algo sustancialmente diferente. Con frecuencia se piensa que el amor romántico es parte de una estrategia reproductiva propia del ser humano, y que está conectada por supuesto con los impulsos sexuales. Pero también es una estrategia de supervivencia más allá de la reproducción en sí misma. Tan simple como que cuando alguien nos quiere es bastante más probable que esa persona nos ayude y nos proteja si fuera necesario, algo que aumenta las garantías de supervivencia.
Algunas de las definiciones de amor que me parecen más razonables son la de que “es un deseo de unión emocional con otra persona”, o también que “es una fuerte atracción que te hace querer pasar tiempo con alguien”. El amor romántico también incluye ese amor más maduro que llega cuando la pasión ya no está tan presente pero queda una especie de sentimiento profundo y satisfactorio de compañía entre dos personas.
Es importante aclarar ya que el amor es considerado una emoción compleja que está formada por muchas otras emociones simples o básicas. Así que en la literatura científica no se nombra el amor para hablar de una sola emoción, como haríamos con otras como el miedo, la sorpresa, o la tristeza. La emoción del amor es a la vez muchas emociones.
Explicaciones iniciales evolucionistas
Voy a continuar con una de mis autopreguntas más recurrentes: ¿Cuales son las explicaciones evolucionistas que se han planteado para el amor como emoción?
Antes de contestar, voy a nombrar aquí a Helen Fisher, que es una antropóloga y bióloga estadounidense, investigadora y autora de varios libros y artículos, tal vez el más conocido sea su libro “Anatomía del amor”. Helen lleva 30 años estudiando el amor romántico desde un punto de vista científico, y en mi opinión aporta ideas novedosas y brillantes para analizar este fenómeno.
Vamos al tema de la perspectiva evolucionista. Se piensa que los circuitos cerebrales para el amor romántico son una evolución de lo que llamamos atracción animal, que es una especie de sistema inherente a nosotros mismos que nos hace sentir atracción por unas personas más que otras, y que está relacionado por supuesto con la reproducción y la supervivencia de la especie.
Pues bien, se calcula que hace aproximadamente 4 millones de años, nuestros ancestros se vieron obligados a bajar de los árboles como forma de sobrevivir, de manera que empezaron a estar erguidos y mantenerse sobre dos pies en vez de cuatro. Las mujeres comenzaron a llevar los bebes en brazos y no sobre la espalda. Y justo esta circunstancia hizo que necesitaran (o mejor dicho) que tuvieran más posibilidades de sobrevivir y cuidar a su cria si el hombre le ayudaba permanentemente a protegerse de los peligros que le rodeaban, como por ejemplo de otros depredadores. Este es uno de los principales argumentos que nos lleva a pensar que los circuitos cerebrales de esa atracción más animal evolucionaron al amor romántico, como una especie de mecanismo que genera fuertes sentimientos de vinculación, de compañerismo y de colaboración.
Parece que esta vinculación ocurre de una forma muy natural para el cerebro de manera que ni somos muy conscientes de cuándo esta ocurriendo. En gran medida estamos precableados para engancharnos afectivamente a otras personas especialmente cuando se trata de cuidar y criar a nuestros hijos. De hecho parece que esto de emparejarnos y vincularnos formando una familia es una característica muy humana que lo cierto es que no se da en el 97% de mamíferos.
Sistemas cerebrales
El circuito cerebral que se activa para el amor se asemeja además al de otras sensaciones básicas como la sed o el hambre, y suelen localizarse en diversas áreas cerebrales aunque especialmente en estructuras cercanas al sistema límbico, al que siempre se le responsabiliza de monitorizar los impulsos más relacionados con la supervivencia.
Si hilamos un poco más fino, vemos que hemos desarrollado tres sistemas cerebrales relacionados con la reproducción y el apareamiento: (1) el impulso sexual, (2) los sentimientos de enamoramiento, y (3) un sentimiento de amor más profundo y duradero.
En general, las cosas ocurren de la siguiente forma: Primero puede ser que haya una química y atracción física entre dos personas, entonces paulatinamente y si hay correspondencia claro podrían empezar a enamorarse, y finalmente construirían ese vínculo más permanente que se prolonga en el tiempo. A pesar de lo cual puede pasar que ocurra en el otro sentido, primero dos personas se vinculan en una relación de amistad y tiempo después surge el amor.
Hay una alta probabilidad de que cualquiera de esas opciones ocurran con esas personas con las que compartimos momentos a diario, bien porque son compañeros de trabajo, o de clase, o porque pasamos tiempo al estar en nuestro grupo de amigos, o al coincidir en alguna actividad o deporte que practicamos. El hecho de compartir momentos juntos y vivir estas situaciones puede ayudar a que aprendas a respetarlo, incluso a admirarlo, empezando a desarrollar poco a poco una vinculación afectiva, sin estar aún enamorado de esa persona.
¿Puede ser adictivo el amor?
En los estudios del equipo de Helen parece que hay dos zonas del cerebro que funcionan a pleno rendimiento cuando sentimos que nos enamoramos que empezamos a estar atolondrados y tenemos esas mariposas en el estómago.
En primer lugar, el área tegmental ventral que está situada en el cerebro medio es la que manda en el circuito del refuerzo, también lo llamamos sistema de recompensa, que se encarga de las sensaciones de placer y de la motivación. En este área se produce en grandes cantidades un neurotransmisor que muchos conocéis, la dopamina, responsable de los subidones que nos dan energía o capacidad para concentrarnos. Y en cuanto al enamoramiento, está relacionada con la necesidad de estar permanentemente con esa persona por la que sientes atracción. Curiosamente, este circuito también se activa con ciertas adiciones a sustancias, como cuando se tiene el mono de una nueva dosis de cocaína. Por aquí va de hecho una de las conclusiones del equipo de Helen. El estado de enamoramiento es como una especie de enganche, de adicción a esa persona deseada. Es una adicción que ocurre de forma natural sin necesidad de tomar ninguna sustancia química, y desde luego se puede ver como una adicción sana si la relación con esa persona no conlleva problemas por supuesto.
En segundo lugar, la otra zona involucrada en este fenómeno, es el núcleo caudado, que es parte de un área cerebral llamada cuerpo estriado que está en el telencéfalo. Se piensa que especialmente en esta zona es dónde se integran esta sensación de atracción por la persona amada y todos los pensamientos y otras emociones complejas que sentimos hacía esa persona
El núcleo caudado también es parte del sistema de recompensa del cerebro, y esta conectado con la corteza frontal, ya sabéis esta parte del cerebro evolutivamente más reciente en desarrollarse.
Como ya os conté cuando os hablé sobre granularidad emocional, no hay ninguna parte del cerebro que trabaje por su cuenta, que trabaje sola, y en el fenómeno del amor pasa lo mismo. En este caso la teoría que propone Helen es que en el núcleo caudado es donde se ensambla todo y se genera la intensa emoción que llamamos pasión romántica.
Parece entonces que la activación de estas dos áreas cerebrales en el enamoramiento tiene que ver con el sistema de recompensa del cerebro que funciona sobre todo con dopamina; y con la idea de que no es sólo una emoción o un conjunto de emociones mezcladas, sino que es principalmente una fuerza o motivación para conseguir una recompensa, ni más ni menos que la elección de la pareja con la que compartir tu vida y tal vez tener hijos.
El impacto de la tecnología sobre el amor
Hay gente que dice que las apps o servicios tipo Tinder están cambiando también la forma que tenemos de ver las relaciones de pareja, que la tecnología está cambiando el amor. Pero hay que recordar que el fenómeno del amor está incrustado en nuestros circuitos cerebrales y no puede cambiar tan fácilmente. Lo que sí parece que está cambiando es que está claramente modificando lo que llamamos cortejo. En realidad Tinder no es un servicio de citas como las antiguas agencias matrimoniales, es una red social que permite conocer gente, y luego cada uno por supuesto decide con quién habla más y si finalmente deciden tener una cita. Así que aunque la app ayuda mostrándote aquellas personas que puedan tener afinidad contigo, el verdadero algoritmo sigue estando en tu cerebro. Lo relevante son esas conversaciones iniciales en el chat, y por supuesto el primer café en el que procesas cientos de datos de la persona que tienes delante: comienza el cortejo y la seducción mutua si se da el caso, como siempre ha ocurrido en el homo sapiens.
Experimentos
Voy a contaros ahora uno de los experimentos que han llevado a cabo para estudiar el fenómeno del amor. El equipo de investigación de Helen puso a una muestra de 100 personas locamente enamoradas en un escáner cerebral de resonancia magnética funcional. Se dieron cuenta que aquellos que llevaban menos de 8 meses locos de amor mostraban una alta actividad cerebral en las zonas relacionadas con el amor romántico. Aquellos que ya llevaban enamorados entre 8 y 17 meses mostraban también una alta actividad en regiones asociadas a los sentimientos de fuerte vinculación. Esto puede señalarnos que aunque podemos enamorarnos rápidamente de alguien, nos llevará seguramente más de un año vincularnos emocionalmente de una forma más profunda con esa persona.
Una de las partes más divertidas de los experimentos que realizaron fue en un estudio con personas que sufrían epilepsia. Sabéis que algunas de las intervenciones que se llevan a cabo implican abrir el cráneo y manipular el cerebro con electrodos y así estimular áreas específicas. Pues parece que cada vez que estimulaban el área del núcleo caudado, recordad que es responsable del impulso del deseo y atracción hacía otra persona, uno los pacientes se giraba y le decía al doctor: “Te quiero”.
¿Podemos predecir cuales de estos enamoramientos acabarán en un amor mas duradero?
Pues parece que la respuesta es que con bastante probabilidad sí. Gracias a las pruebas de neuroimagen podemos predecir quiénes seguirán amándose durante años. Esta es la historia: En un estudio dirigido por Mona Xu (que es profesora de Psicología de la Universidad de Idaho), pudieron comparar los escáners iniciales de parejas cuando se enamoraron y comprobaron cuales de esas parejas seguían amándose tres años después. Las pruebas iniciales de los que continuaban juntos comparándolas con aquellas parejas que habían roto, parece que mostraban algunas diferencias interesantes:
Primero: Los escáners de las parejas que seguían juntos mostraban algunas áreas cerebrales desactivadas. Se trataba de aquellas zonas que están relacionadas con los juicios de valor negativos que hacemos de los otros. Así que es cómo que estas funciones estaban suspendidas, algo que los terapeutas de pareja saben bastante bien. Hace tiempo que observamos que uno de los elementos necesarios en parejas que superan los problemas y se mantienen juntas con una fuerte vinculación es rebajar las críticas hacía el otro y mostrar un cierto grado de admiración y respeto. Estas parejas que se mantenían unidas mostraban tres años después un alto grado de satisfacción con el otro y de compromiso en la relación, un factor clave señalado en innumerables manuales de psicología que abordan las relaciones de pareja.
Segundo: Las pruebas de neuroimagen también mostraron baja actividad en regiones del cerebro relacionadas con el yo, el concepto más individual de nuestra autoimagen. El problema de los escáneres cerebrales es que hay que interpretarlos y por supuesto que es debatible el significado que le demos a este dato. El grupo de Helen sugiere que en estas parejas la desactivación de estas áreas quizás muestra otro hecho relevante: que se diluye la individualidad y se aumenta la percepción del otro como parte de uno mismo. Este fenómeno puede explicar por qué en una relación de pareja sólida a veces se priorizan las necesidades del otro por encima de nuestros deseos, preferencias o necesidades. Otro factor que sistemáticamente se encuentra en parejas duraderas que muestran un alto grado de compromiso y satisfacción.
¿Desaparece el amor con el tiempo?
El romance inicial suele desaparecer. Cuando las parejas llevan dos o tres años juntas, la novedad se diluye en gran medida. En ese momento ya no hay mariposas en el estómago y eso hace que algunos se preocupen o interpreten que algo no va bien, que ya no es como el principio. Y aquí es cuando las parejas que sobreviven entran en esa nueva fase en la que se genera un vínculo más sólido, ese que de verdad sienta las bases para que una pareja sea estable, para que haya un amor duradero que resista todos los problemas que suelen surgir en la vida, e incluso atravesar etapas de nuevo románticas como al principio.
¿Cómo podemos aumentar la satisfacción en nuestra relación de pareja?
Volvemos a la dopamina, porque sabemos que el amor aumenta los niveles de este neurotransmisor relacionado con los circuitos cerebrales de la recompensa o el refuerzo. Y la dopamina se alimenta de novedad, algo que al desaparecer por completo puede hacer peligrar la satisfacción en la relación de pareja. ¿Así que cuál podría ser uno de los secretos? Pues aumentar nuestros niveles de dopamina planteando nuevos retos en la pareja, cambiar algunos hábitos, meter algo de sorpresa y renovar la relación en definitiva con nuevas experiencias. No tienen que ser grandes cosas: pasear por un sitio nuevo, probar a compartir alguna afición diferente, cambiar alguna vieja rutina o dedicar un rato a probar nuevos juegos para los momentos de ocio.
No creo que a nadie le sorprenda esta idea de introducir novedad en la relación como forma de aumentar la satisfacción. Por supuesto que hay muchas más estrategias que conoceréis por la cantidad de libros escritos sobre el tema, y también por estar en boca de psicólogos, coachers e influencers.
En mi experiencia como terapeuta de pareja tal vez destacaría 3 claves que me resultan especialmente útiles para ayudar a superar situaciones de crisis:
Recuperar el respeto y la admiración por lo valioso que pueda tener tu pareja, fijándote en aquellas cosas que todavía puedas aprender de él o de ella.
No esforzarse por convencer al otro sobre tu forma de ver las cosas, sobre todo porque aunque sea necesario llegar a acuerdos sobre muchos temas, no hace falta que tengáis la misma visión en todo para funcionar bien como pareja.
Dedicar tiempo a hacer planes de futuro, a pensar y hablar sobre proyectos que os hagan ilusión, uno de los pegamentos más efectivos para sentirse un equipo que va en el mismo barco.
Y poco más, me resisto a daros muchos más consejos aunque algunos lo estéis deseando. Entre otros motivos porque los psicólogos no sabemos tantas cosas a ciencia cierta como a veces pretendemos, y porque me parece más constructivo que cada uno se encargue de analizar lo que necesita en su relación de pareja para ser feliz. Para situaciones más complejas y si fuera necesario, acudid a un buen terapeuta de pareja.
Notas
Para conocer más a Helen Fisher puedes ver la wikipedia o su propia web: www.helenfisher.com. Su libro más conocido: “Anatomía del amor: Historia natural de la monogamia, el adulterio y el divorcio”. Mona Xu se dedica a la Psicología Experimental y está especializada en relaciones románticas.