A la culpa y la vergüenza se las llama emociones autoconscientes, ya que para sentirlas necesitamos ser conscientes de cómo nos perciben los demás. Estas emociones evolucionaron para ayudarnos a sentir hacia nosotros mismos igual que los demás sienten hacia nosotros. Son dos reacciones emocionales que tienen en común que implican algún tipo de juicio de la persona sobre sus propias acciones.
Hay que decir que se han estudiado muy poco en psicología, sobre todo por la dificultad que suponen. No son emociones que se presten a la observación directa y por lo tanto es mucho más complicado hacer estudios. No ocurre así con otras emociones básicas que tienen un componente más fisiológico y más visible como la ira, la alegría, la tristeza o el asco.
Lo que ocurre con la culpa y la vergüenza es que hacemos una especie de autoevaluación, un examen que nos ponemos a nosotros mismos y en el que sacamos mala nota. Hacemos una valoración negativa sobre algún aspecto personal o propio, alguna acción que hemos realizado. Hay otras emociones autoconscientes en las que sí se hace una valoración positiva, como el orgullo, pero de esa emoción hablaré otro día.
Y esta autoevaluación no tiene por qué ser ni consciente ni explicita, o sea que no tenemos necesariamente que darnos cuenta de que está ocurriendo. Y es que además son lo que llamamos emociones complejas, ya que requieren el desarrollo previo de ciertas habilidades cognitivas. Y sobre todo se debe desarrollar una cierta noción de uno mismo como separado de los otros, una cierta autoconciencia.
Os cuento un poco más sobre la vergüenza, que surge como os digo cuando se da una evaluación negativa de uno mismo, y genera el deseo de huir de la situación, de no ser observado ni evaluado por los demás. Por tanto, se produce en situaciones en las que hay un sentido de exposición a los demás, como si la persona quedara expuesta al juicio de otros. La vergüenza es considerada una emoción más rudimentaria que la culpa. Voy a intentar explicar por qué.
En primer lugar, la culpa surge de una evaluación negativa más específica que la vergüenza, sobre todo referida a una acción concreta. Y tiene que ver la valoración del impacto del propio comportamiento en otra persona. Se produce en situaciones en las que la persona comete una error que genera un daño para otra, o situaciones en las que la persona traiciona sus propios valores morales y éticos.
La culpa es además lo que llamamos una emoción privada, porque surge de la propia desaprobación y no requiere ninguna persona ajena observando.
Las diferencias entre ambas emociones son aún más claras cuando nos fijamos en las tendencias de acción, o sea, a qué nos lleva cada emoción.
Mientras que la vergüenza nos provoca el deseo de escapar de la situación, de desaparecer, la culpa mantiene a la persona enganchada a esa situación interpersonal, y nos empuja a reparar el daño causado. Así que más que una respuesta de evitación, los sentimientos de culpa provocan deseos de confesar, pedir perdón, reparar el daño hecho y actuar de otro modo en el futuro. Teniendo esto en cuenta, suele considerarse que la culpa constituye una emoción más positiva, con un mayor valor moral que la vergüenza.
En primer lugar, numerosos estudios muestran que la culpa tiende a asociarse con la empatía. Se ha comprobado que las personas con tendencia a sentir culpa suelen ser personas bastante empáticas, mientras que las que tienen más tendencia a la vergüenza, ante una situación de sufrimiento ajeno, son menos propensas a experimentar empatía centrada en el otro y, en cambio, tienden a experimentar más malestar personal.
En segundo lugar, diversos estudios muestran que la vergüenza tiende a asociarse más con la ira. Se ha comprobado que personas que tienden a sentir vergüenza suelen ser también tendentes a sentimientos de ira, hostilidad, resentimiento, o a ser más suspicaces. Mientras que las personas con más tendencia a la culpa no muestran ese tipo de rasgos.
Hay autores que lo que interpretan es que personas que tienden a experimentar vergüenza no tienen la misma capacidad para regular la ira. Mientras que personas que tienen más disposición la culpa, supuestamente tienen una regulación más constructiva de la ira.
Acerca de la utilidad de estas emociones, es necesario señalar que durante mucho tiempo en psicología hubo una visión muy negativa. Parece que eran emociones innecesarias y perjudiciales, pero actualmente la mayoría de investigadores consideran que sí que tienen una utilidad. En el caso de la culpa, como decía antes, se asocia a la empatía y a acciones reparadoras. Así que parece resultar esencial para el reestablecimiento de las relaciones personales que han podido resultar dañadas a consecuencia de algo que alguien ha hecho. De hecho, a veces la culpa también puede servir para anticipar ese daño y evitarlo por tanto antes de que ocurra.
Así que el consenso actual es que la culpa es una respuesta emocional con efectos muy positivos en el plano interpersonal y que, más allá del malestar que genera en la persona, no tiene ningún otro efecto negativo.
En cuanto a la vergüenza, que parece no tener tantas virtudes, hay que matizar que no todo en ella es desadaptativo. La vergüenza tiene también aspectos positivos. La mayor parte de las aportaciones actuales acerca de la misma se centran en su lado más oscuro, pero la mayoría de los autores considera que los sentimientos de vergüenza poseen también una importante función autorreguladora, ya que ayudan a las personas a evitar muchas transgresiones y conductas inapropiadas por no exponerse a esa vergüenza.
A modo de conclusión, defiendo la tesis de que todas las emociones tienen alguna función o utilidad, aunque sean emociones aparentemente negativas o destructivas. En el caso de la culpa claramente nos ayuda a tomar conciencia del poder que tenemos para hacer daño a las personas más cercanas y también nos permite evitar ese daño al ser conscientes, o bien nos lleva a reparar el daño cuando se ha hecho. Y en el caso de la vergüenza, el efecto que tiene sentirla es verse reflejado en un espejo, con el efecto autocorrector que eso conlleva, evitando que tengamos conductas inconvenientes para la vida en sociedad.
Espero que la próxima vez que sintáis vergüenza o culpa lo entendáis como algo más normal y nos os alarméis, quedándonos con la parte útil que pueden tener este tipo de emociones.
- NOTAS -
Para saber más acerca de las emociones autoconscientes, puedes consultar este estudio de Tangney, este de Hoffman o este de Lewis.