Los Robots generan todo tipo de miedos en los humanos. Desde hace tiempo las máquinas nos hacen la vida más cómoda y permiten todo tipo de avances tecnológicos, aunque para muchos eso signifique algo negativo, nos están sustituyendo en muchos trabajos y desplazando a la mano de obra tradicional. Conforme avanza la inteligencia artificial, muchos temen que pueda llegar un momento en el que dejen de ser máquinas sumisas que cumplen los códigos programados, para finalmente dominar, esclavizar o incluso aniquilar a la raza humana.
Los robots son criaturas extrañas que generan un cierto miedo o inquietud, y no solamente por los motivos que acabo de nombrar. Esta reacción de desconfianza, miedo o inquietud hacía los robots, empezó a estudiarla en los años 70 del siglo pasado el investigador japonés Masahiro Mori, quien propuso la teoría del Uncanny Valley, en español teoría del Valle Inexplicable o del Valle Misterioso o del Valle Inquietante.
Su hipótesis fue la siguiente: si un robot se parece mucho a un ser humano, tenderemos a tratarlo como si fuera un humano, pero cuando nos demos cuenta que en realidad es un robot, tendremos una reacción de incomodidad y rechazo. En ese momento entraremos en lo que Mori llama el valle inexplicable, y nuestra forma de comportarnos y reaccionar con el robot será más parecida a la que tendríamos interactuando con un zombi.
La gráfica
Este valle inexplicable hace referencia a una gráfica en la que hay una curva ascendente que muestra cuánta atracción y familiaridad sentimos por una máquina. Conforme más parecido a nosotros más asciende la curva hasta que llega a un punto en el que el humanoide es tan es tan similar a una persona que genera esa reacción de rechazo y miedo, y de ahí que la curva desciende para formar un valle. Cuando el robot es tan similar a una persona que es indetectable que no es realmente un humano, la curva vuelve a subir a su máximo debido a que nos genera la familiaridad propia de cuando interactuamos con otra persona.
En ese valle de la gráfica en el que rechazamos al robot y sentimos cierta inquietud, Mori también incluye otra serie de fenómenos que nos crean el mismo tipo de miedo, como por ejemplo un zombi, o una mano protésica o un cuerpo inerte de una persona que acaba de fallecer.
En definitiva, lo que plantea Mori es que un robot, o pensad también en juguetes que imitan a animales, un perro o gato de peluche, o una muñeca de trapo, un bebé de juguete… pues cuanto más familiar nos parezca y más rasgos humanos nos recuerde, más atracción y familiaridad nos generará hasta llegar a ese punto en el que nos asustaremos como si estuviéramos frente a algo peligroso que nos pone en alerta.
Muchos autores señalan la profunda ambigüedad que caracteriza la relación que uno puede tener con un robot, especialmente los muchos problemas de comunicación que representan para los humanos. Si desconfiamos de este tipo de máquinas humanoides, es principalmente porque no nos queda claro si tienen intenciones, si son peligrosas o si podemos fiarnos. Las relaciones humanas se basan esencialmente en la confianza, necesitamos saber si alguien es fiar o si nos puede engañar, traicionar o perjudicar de cualquier forma. En ese sentido, con los robots no tenemos referentes para saber si podemos fiarnos o no de una máquina que nos habla o que interacciona con nosotros.
Voy a poner algunos ejemplos de este fenómeno del valle inexplicable no directamente en nuestra todavía prácticamente inexistente relación con robots, sino pensando en nuestra vida real. Las máquinas que menos atracción nos generan son los robots industriales que se usan en las fábricas. En la película de la guerra de las galaxias tenemos un ejemplo de robot que nos genera algo más de atracción por sus rasgos humanoides, C-3PO: Habla y actúa en parte como un humano pero su aspecto de metal y su cara robótica nos muestra que no es humano. Pensemos ahora en otros personajes de ficción que aparecen en películas y que están generados por ordenador. Las hermanas de Frozen o Vaiana son buenos ejemplos. Aunque sus rasgos son claramente humanos, los animadores exageran sus expresiones para que no parezcan excesivamente realistas y nos generen rechazo o repulsa. Y luego tenemos la película de Tom Hanks llamada “El Expreso Polar” que estaba totalmente generada por ordenador aunque simulara ser una película con actores reales. Al ser extremadamente realista pero no conseguir que los personajes fueran indistinguibles de personas reales, tuvo muchas críticas de personas a las que les generaba inquietud o rechazo más que atracción o familiaridad. El personaje de Tom Hanks en esa película estaría en lo más bajo del valle de la gráfica.
Hay muchos más ejemplos, reacciones parecidas ocurren en los museos de cera, a pesar de que son figuras estáticas, y el efecto inquietante es mayor cuando hay movimiento.
A pesar de que la teoría de profesor Mori tenga sentido, lo cierto es que hasta ahora no se ha podido verificar mediante experimentos de forma sistemática.
Por este motivo nació el proyecto PsyPhINe en la Universidad de Lorraine en Francia, que comenzó en el año 2015, reuniendo a filósofos, psicólogos y científicos de la computación, para estudiar la relación entre cognición y comportamiento.
La idea fue investigar las diferentes variables que intervienen en la interacción de un humano con un robot, y especialmente saber más acerca del momento en el que llegamos a dotar a un robot de características humanas, atribuyéndole intenciones e inteligencia, lo que se llama antropomorfizar a las máquinas.
¿Y cómo han estudiado este fenómeno? Utilizando una lámpara robótica, algo así como un flexo al estilo del famosa lámpara utilizada por el estudio Pixar en sus películas de Disney. En la situación experimental las personas intentan comunicarse con la lámpara. Al principio las personas actúan con extrañeza, propia de la incertidumbre de no saber qué puede hacer esa máquina o de qué forma se puede interactuar. Una vez que se acostumbran a la extrañeza de la situación, observaron que con frecuencia muchas personas se acababan involucrando hablando con la lámpara. En una de las tareas en las que a las personas se les invitaba a jugar con la lámpara, se les puede ver reaccionando a sus movimientos y, a veces comentando lo que está haciendo con cierta normalidad.
La desconfianza con frecuencia caracteriza los primeros momentos de nuestras relaciones con las máquinas. Y es que más allá de su apariencia, la mayoría de las personas no saben exactamente de qué están hechos los robots, cuáles son sus funciones y cuáles podrían ser sus intenciones. El mundo de los robots parece demasiado lejano al nuestro.
Pero lo interesante es que este sentimiento desaparece rápidamente. En los casos en los que no se huye o se evita el contacto con un robot, las personas generalmente buscan definir y establecer algo así como un marco para la comunicación. Por lo general, la personas recurren a patrones existentes de comunicación, sobre todo los típicos que utilizamos cuando se habla con una mascota.
Se han hecho muchos experimentos más para comprobar la teoría del profesor Mori, e incluso intentado generar modelos matemáticos para predecir el efecto. Y como decía antes, el fenómeno no aparece en todos los estudios que se han realizado, y cuando aparece lo hace con diferente intensidad. Parece que el efecto existe pero que es causado por factores muy específicos que cuando no se incluyen en un estudio hace que no se replique el fenómeno. Por ejemplo, en una investigación encontraron que somos mejores distinguiendo una humano real de uno artificial cuando sólo miramos a los ojos (comparado con mirar sólo a la nariz o la boca), algo que indica que replicar los ojos humanos es una factor importante para crear robots indistinguibles de nosotros. Otro factor que genera el valle es observar expresiones faciales extrañas o movimientos de la cara poco realistas. Otra variable interesante vista en otros experimentos es que suele generar más rechazo y miedo pensar que un humanoide robot es capaz de tener una especie de mente propia para pensar y sentir.
Acabo con una pregunta que algunos os haréis, ¿es posible evitar este efecto inquietante y que no nos encontremos con el valle inexplicable? Por ahora los ingenieros mantienen el aspecto de los robots con rasgos familiares a los humanos pero exagerando su facciones, con tal de evitar el efecto de miedo y rechazo cuando son demasiado parecidos, al estilo de la estrategia de Disney en sus películas, o de muchos videojuegos también.
Algunos autores afirman que el valle inexplicable es un muro insuperable, y que conforme la tecnología avanza y se crean prototipos de humanos artificiales más parecidos a nosotros, más mejorarán nuestras habilidades para detectar si es un robot o un ser humano.
- NOTAS -
Lo primero, un extracto del trabajo original del profesor Mori. Una revisión de la teoría y un paper. Por último, una investigación sobre rasgos faciales en robots, y otra sobre robots que sienten y piensan.