Navegación espacial

Voy a hablar sobre localización espacial, especialmente acerca de las emociones que nos generan lugares importantes, como puede ser la casa en la que vivimos cada uno de nosotros.

El hogar es más que un lugar. Nuestra casa nos genera toda una serie de emociones, sensaciones de seguridad y de pertenencia. Los lugares, los recuerdos, y las emociones, están entrelazados entre sí. En las últimas décadas, estas emociones que tenemos asociadas a lugares concretos, han empezado a tener un apoyo empírico importante. 

Pero tenemos que remontarnos a los años 70, la década en la que yo nací, para hablar de John O’Keefe, que es un neurocientífico de la Universidad de Londres responsable de desvelar los mecanismos cerebrales para movernos por el espacio, lo que se conoce como navegación espacial.

Lo que hicieron en numerosas investigaciones fue monitorizar la actividad eléctrica en una zona del cerebro llamada hipocampo. Los experimentos realizados con ratones consistían en implantar electrodos en esta pequeña zona cerebral y observar cómo una serie de neuronas específicas disparaban su actividad cuando los animales se movían por diferentes lugares. A estas neuronas se las conoce como células de posición, y cada una de ellas está vinculada y se dispara sólo en un lugar concreto, formando una representación espacial en nuestro cerebro. Años después se pudo comprobar que en el hipocampo hay otros dos tipos de neuronas implicadas en la navegación espacial. Las células de rejilla, que forman un mapa tridimensional en cada lugar en el que estamos, y las células direccionales, que se activan dependiendo del lugar al que estemos mirando o dirigiéndonos. Estos tres tipos de neuronas forman lo que podríamos llamar el GPS del cerebro y nos permiten orientarnos en el espacio y activar información importante relacionado con el lugar en el que estamos.

Como ha sido habitual durante años, se asume que gran parte de los fenómenos que encontramos en pequeños mamíferos como los ratones, pueden ser en gran parte aplicables a nosotros, al presentar un cerebro muy similar en su estructura. No fue hasta el 2013 cuando pudieron comprobar que el funcionamiento era coincidente en humanos también. Es más complicado de lo que mucha gente cree llevar a cabo experimentos con personas en donde se implanten electrodos y se lleven a cabo las pruebas. En este caso se realizó con pacientes epilépticos que iban a ser operados. Durante la evaluación previa a la intervención quirúrgica, se les implantaron electrodos para medir la actividad cerebral del hipocampo. Los pacientes debían moverse en un entorno tridimensional generado por ordenador, encontrando el mismo funcionamiento de las diferentes neuronas que encontraron con los roedores.

Vamos a complicar un poco más la cosa. Otro neurocientífico, Matt Wilson, investigador del famoso MIT de Boston, realizó experimentos en los que se comprobaba que el hipocampo es mucho más que nuestro GPS. También almacena recuerdos y memorias asociadas a cada lugar. Las células de lugar no sólo le dicen al ratón que ha llegado a su casa, sino que ayudan a codificar las memorias y experiencias de lo que ocurre en casa. Así que se trata de un GPS enriquecido con todo tiempo de detalles sobre el ambiente y los acontecimientos registrados en él. Lo que ocurre en un lugar afecta constantemente a la forma que tenemos de pensar en ese lugar. Si hacemos algo nuevo en un mismo lugar se disparan células de lugar diferentes. Es decir, nuestro mapa mental, con todos los significados que asociamos, se actualiza continuamente al ocurrir nuevas situaciones. Esto significa que tu cocina es tu cocina porque cocinas en ella, no sólo porque tenga una nevera o un fregadero. El hecho de hacer cosas diferentes en cada sitio es lo que define los lugares en mayor medida. 

Os cuento otros estudios con ratones que están teniendo impacto en la forma que entendemos el diseño de las casas. Observaron que alteraciones estructurales en un lugar, como mover compartimentos en una zona concreta del laberinto, generaba cambios en el funcionamiento de las células de lugar, como si se desecharan los mapas mentales construidos y se empezara de cero. Lo mismo nos podría ocurrir cuando hacemos una reforma en casa, cambiamos tabiques, o convertimos la cocina y el salón en único espacio común. Nuestro cerebro reacciona creando un mapa mental completamente nuevo. Esto podría explicar la sensación de sentirse extraño, como en lugar nuevo, cuando realizamos a veces incluso pequeños cambios en nuestro hogar. Entender cómo se combinan espacio, memoria y emoción en nuestro cerebro puede ayudar a los arquitectos y diseñadores a concebir casas más cómodas y agradables. Nuestro GPS concibe los lugares como una secuencia de salas conectadas entre sí, más que espacios aislados. Y el uso de barreras o tabiques para separar espacios en una misma casa parece ayudarnos a concebir cada habitación de forma diferente.

Algunos conoceréis los estudios sobre el efecto “marco de la puerta”, un fenómeno que nos ha pasado a todos en más de una ocasión. Gabriel Radvansky, profesor de psicología de la Universidad de Notre Dame, estudió cómo al llegar a una habitación olvidamos lo que estábamos haciendo o buscando. Entrar en una habitación activa el conocimiento asociado a esa estancia y desactiva los otros, la memoria esta compartimentalizada por lugares. El grupo de investigación de Radvansky llevó a cabo varios experimentos donde se realizaban tareas mientras se atravesaba o no una puerta. La tarea consistía en tratar de llevar objetos entre diferentes lugares, un grupo los hizo sin cruzar puertas, y el otro requería atravesarlas. Y vieron que el grupo que atravesaba una puerta hacia otra habitación, presentaba más problemas para recordar lo que tenían que hacer, lo que sugiere que la puerta dificulta la habilidad que tenemos para recodar pensamientos o decisiones hechas en una habitación distinta. Y sí, volver sobre nuestros pasos o a la habitación donde estábamos antes de olvidarlo, es una buena forma de recordar lo que estábamos haciendo.

Y la memoria emocional juega también un papel muy importante, sobre todo en relación a las sensaciones de peligro o seguridad asociadas a un lugar. La células de lugar parecen mapear también el contenido emocional. Y los límites espaciales para cada emoción pueden ser muy precisos. Atravesar una puerta también puede ser la diferencia entre sentir peligro o seguridad. No sólo para el animal que sale de la cueva y siente cómo su sensación de alerta se dispara. Para nosotros puede serlo también salir de casa o llegar al trabajo. De nuevo, cuando entramos o salimos de ciertos lugares nuestra alarmas se disparan o sentimos seguridad y protección.

Algunas de estas ideas pueden seros útiles en vuestras vidas, para mí lo son además en mi trabajo como psicoterapeuta. Parte de las experiencias de tristeza o ansiedad que quieren cambiar las personas que acuden a la consulta, están asociadas a lugares y a lo que hacen en ellos. Y a veces ligeros cambios en su funcionamiento pueden ayudar a remapear las emociones y significados registrados en nuestro GPS.

- NOTAS -

La investigación original de O’Keefe en 1971 sobre el hipocampo como mapa espacial. Estudio con pacientes epilépticos en 2013. Matt Wilson y sus investigaciones sobre el hipocampo y las emociones. Estudio de Radvansky sobre el efecto marco de la puerta que nos lleva a olvidar.

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