Para un niño no hay nada más natural que jugar. Después del primer mes de vida en el que hacen poco más que comer y dormir, enseguida los niños empiezan a intentar atraer a sus padres, sobre todo para jugar y para explorar el mundo que les rodea. Y también por supuesto empiezan con todo tipo de juegos imaginarios, se inventan personajes e historias. Y cuando los niños están juntos organizan de forma instintiva juegos y actividades de todo tipo.
Jugar es tan básico para los niños que incluso en situaciones muy extremas, como en prisiones o en en campos de concentración, los niños siguen jugando como forma básica de relacionarse con el mundo.
Jugar se considera tan importante para el bienestar de niño que las Naciones Unidas lo reconoce como un derecho fundamental, a la misma altura que la educación o tener un hogar. Y a pesar de eso hoy en día jugar es todavía algo que está en riesgo, en peligro. El juego sin reglas, sin horarios, sin agenda, parece que ha ido en descenso en los últimos años. Es más habitual que cuando los niños jueguen sea con un juego muy estructurado. Y eso tiene que ver sobre todo con los adultos. Los padres cada vez ejercen más control sobre las actividades de los niños.
También si pensamos los colegios, cada vez hay más presión para que tengan todo tipo de pruebas estandarizadas y presenten mejores resultados académicos y otros resultados relacionados con lo que llaman la excelencia. Y eso en lo que se traduce es en que hay muchas más actividades organizadas en el colegio que les ayudan a que los niños tengan mejores resultados en estas pruebas.
Y que el tiempo de juego libre descienda, que cada vez los niños tengan menos margen para jugar como ellos quieran, parece que tiene efectos muy perjudiciales. Sin ir más lejos, en los últimos 10 años se estima que el tiempo de juego libre ha descendido bastante, y parece que también han aumentado los índices de depresión y ansiedad en niños.
No se trata de que los padres o los profesores quieran recortar por que sí el tiempo de juego de libre, sino que seguramente hay motivos que les llevan a esto. Muchos autores piensan que se trata de la creencia de que en un mundo mucho más competitivo hay menos tiempo para que los niños sean niños, y para que puedan jugar de forma libre. La sensación para muchos padres es que a corto plazo el juego libre no tiene un impacto o beneficio directo sobre cuestiones académicas o contenidos que tengan que aprender en el colegio. Así que para muchos la idea es más que se restringe el tiempo de juego libre para que los niños puedan avanzar más rápido con los estudios y ser más competitivos.
Vamos a intentar comprender por qué el juego libre es tan importante. Los científicos ya saben que jugar no es sólo algo que los niños quieran o les guste hacer, sino que es algo que necesitan hacer. El juego los mantiene físicamente activos -un tema que parece importante con los índices de obesidad que encontramos en los países occidentales- pero también ejercitan la mente y la creatividad, además de enseñarles a relacionarse entre ellos, trabajar en equipo, y entender las reglas que tienen ciertas situaciones. Y a la vez también les enseña a estar solos. De alguna forma jugar les enseña a ser humanos.
Una de las mejores formas de entender por qué juegan los niños, sigue siendo fijarse en el comportamiento animal. Se han hecho muchos estudios con monos, gatos y ratones. Los animales juegan desde que son crías de una forma habitual. De hecho, algo que se observa en sus juegos es que emiten algún tipo de mensaje para mostrarles al resto que no se les puede tomar en serio, que no están siendo agresivos. De la misma forma que podemos ver que un niño juega a pelearse con otro y sonríe a la vez que pelea.
Parte de los experimentos en animales que he revisado plantean comparar diferentes grupos para ver qué efecto tiene el juego en el desarrollo del cerebro de éstos. En uno de los experimentos más conocidos con ratones se planteó un grupo control al que se les permitía jugar con normalidad con sus pares, y otro grupo al que no se les permitía jugar con sus pares pero sí relacionarse con normalidad con ratones adultos. Lo que ocurre con los animales es que cuando superan la pubertad y se convierten en adultos dejan de jugar por completo (algo que no ocurre en humanos que seguimos jugando toda la vida). Los resultados tras diseccionarlos una vez superada la pubertad al grupo que no pudo jugar con sus pares, es que tenían áreas del cerebro como la corteza prefrontal mucho menos desarrolladas que el grupo control. Esta zona es fundamental como centro de control cerebral en los mamíferos.
Lo que algunos investigadores plantean es que claramente el juego es necesario para el desarrollo cerebral en los animales, y entendemos que igualmente lo es para los niños. Plantean que cuando nace cualquier mamífero hay un exceso de neuronas y que el juego permite que estas realicen conexiones relevantes, una especie de criba en esta sobreabundancia de sustancia gris.
Y si nos centramos más concretamente en el juego libre, que tiene un factor de azar importante, parece que esa es precisamente la clave. Los humanos, en comparación con los animales, tenemos una capacidad creativa y una flexibilidad adaptativa muy superior, y esto es justo lo que el juego libre permite potenciar. Pensad en los complejas que son las relaciones entre las personas e incluso entre los niños, y que el juego además de entretenerles les ayuda a enfrentarse a ese reto y desafío y de alguna forma les prepara y entrena para las dificultades futuras.
Para mi todo esto nos lleva a afianzar más la idea de que los adultos tenemos que intervenir mucho menos cuando vemos que los niños juegan entre ellos, incluso aunque pensemos que no estén jugando de la forma que a nosotros nos parece apropiada, tal vez porque estén discutiendo o peleando entre ellos.
De eso se trata en parte el juego libre, de que ellos sean los que se enfrenten a estas situaciones y vayan averiguando cómo enfrentarse a estos desafíos.
Parece que las cosas están empezando a cambiar un poco en los últimos años. Hay un informe de 2013 del Consejo Americano de Pediatras en el que se recomienda a los colegios que el tiempo libre o los recreos de los que disfruten, siempre que estén mínimamente supervisados, sea fomentado y reforzado por todas las ventajas que presentan en áreas cognitivas, sociales y físicas.
Aún así, seguimos en una época en la que todo lo que sea medir las dimensiones de aprendizaje y reflejarlo en puntuaciones que los centros puedan presentan como indicador de calidad, acaba traduciéndose en una reducción del tiempo de juego libre en los colegios.
Por eso es importante señalar de nuevo que el juego libre tiene unas características que permiten desarrollar la creatividad y el trabajo en equipo. Estas dos destrezas son difícilmente sustituibles ni siquiera en las próximas décadas por robots ni máquinas con una avanzada inteligencia artificial.
Lo que niños y adultos tendrán a cambio de este tiempo bien empleado serán seguramente mejores índices de felicidad, y mayor desarrollo cognitivo y social.
Y termino comentando un estudio que leí hace varias semanas y que fue el que realmente me llevó a pensar en preparar este tema del que os hablo hoy.
Se trata de un centro escolar en Texas que comenzó a hacer algo en contra de lo más generalizado en Estados Unidos, que ahora mismo es acortar los tiempos de recreo en los centros y aumentar los índices de medicación para abordar problemas de comportamiento de los niños. En este centro de Texas lo que plantearon fue justo lo contrario, aumentar el tiempo de recreo, pasando de 20 minutos diarios a 4 recreos de 15 minutos.
Investigando un poco más sobre este asunto, descubrí que no son un caso aislado, sino que hay todo un programa piloto que dura 3 años con muchos más centros involucrados que están aplicando las mismas medidas.
Esta idea viene del modelo educativo Finlandés, que sabemos que tiene las mejores puntuaciones globales a nivel mundial. Algunos de los resultados que ya están teniendo en este tipo de programas piloto es que mejora la capacidad atencional de los niños, hay mejoras también en los resultados académicos, ha disminuido el número de diagnósticos como ansiedad e hiperactividad, y también mejoras en cuanto a la creatividad y las habilidades sociales.
Yo añadiría también que todas estas ventajas se pueden extender a la juventud y edad adulta. La parte más lúdica de las personas, seguir experimentando y probando nuevas ideas de forma libre, tienen un beneficio psicológico muy importante, y es algo que seguramente no debemos olvidar los adultos como hacemos a veces con tanta facilidad.
- NOTAS -
Para el que quiera revisar algunos estudios y artículos sobre el tiempo de juego libre, aquí tenéis acerca del aumento de depresión y ansiedad en niños, los resultados académicos en Finlandia, acerca del programa Liink de Texas y su aumento de tiempo para los recreos, y por último un interesante artículo de la Asociación Americana de Pediatría apoyando el tiempo de juego libre.